Tengo 45 años, nací en Madrid y he crecido en el entorno campestre de la Sierra de Guadarrama.
No recuerdo cuando empecé a interesarme por la naturaleza pero siempre me ha fascinado.
Desde que mis padres me regalaron mis primeros prismáticos, salir al campo a observar aves se convirtió en una de mis más íntimas y reconfortantes actividades.
Lo que comenzó como una afición, dio paso a algo muy especial. Pasar gran cantidad de mi tiempo libre contemplando pájaros era una forma diferente de explorar la naturaleza y de desentrañar una parte de su mundo secreto.
Desde entonces, los animales en general y las aves en particular han sido compañeros inseparables en el transcurso de mi vida.
La fotografía surgió tiempo después y el primer contacto fue haciendo digiscoping, con un telescopio terrestre y una cámara compacta.
Después me compré mi primera réflex, una D300 de segunda mano. En esta fase, mi exigencia en cuanto a la calidad de las fotos comenzó a crecer.
Vendí mi Swarovski y adquirí mi primer teleobjetivo, un Sigma 150-500mm.
Gané en versatilidad y mi archivo fotográfico crecía a buen ritmo. Al mismo tiempo iba aprendiendo nuevos conceptos y los ponía en práctica consiguiendo un mayor control sobre los resultados, cada vez mejores.
Hoy en día, mi mirada a la hora de hacer fotos ha cambiado.
He dejado un poco atrás las largas esperas en un escondite y me gusta salir a buscar imágenes espontáneas, más frescas y expresivas.
Me ilusiona captar momentos únicos, de esos que nos regala la naturaleza y que muchas veces son efímeros.
Jugar con las perspectivas, los desenfoques, la luz, los reflejos... El campo es un taller enorme con multitud de recursos y me motiva encontrarlos y poder plasmar, a través de ellos, cómo vivo y siento lo que me rodea.